Salvador Rangel Mendoza, obispo emérito de la Diócesis Chilpancingo-Chilapaquien, desapareció el 27 de marzo y días después fue encontrado en un hospital bajo los efectos de sustancias ilícitas.

Ante la situación, el obispo y las autoridades señalaron que se había tratado de un posible secuestro express, sin embargo, la Secretaría de Seguridad también apuntó que el obispo estuvo en un motel al cual entró por su propia voluntad.

El obispo asegura que fue privado de su libertad y que se trató de un secuestro, compartiendo que ante la situación no realizará ninguna denuncia a pesar del daño físico y moral al que fue expuesto.

“Después de haber hecho oración, meditado profundamente y de haber consultado con mis seres queridos tanto del clero como laicos, y en razón de que lamentablemente mi vida, edad y mi salud están en condiciones desfavorables, siguiendo los principios evangélicos de nuestro señor Jesucristo, que perdonó a las personas que lo traicionaron, lo vendieron, lo juzgaron, lo torturaron y lo asesinaron”. Expresó el obispo.

“Con todo mi corazón perdono a todas las personas que me han hecho daño por lo hechos de los que he sido víctima, así como a aquellos que me han revictimizado producto de la desinformación”. Añadió.

Fue el pasado 29 de abril cuando el obispo de Chilpancingo fue localizado en el hospital Dr. José G. Parres, en Cuernavaca, y tras un examen toxicológico dio positivos a cocaína y benzodiacepina.

Por otra parte, el comisionado de Seguridad, José Antonio Ortiz Guarneros, afirmó que el obispo de Chilpancingo ingresó por su voluntad a un hotel en compañía de otro hombre.

Y ante dichas declaraciones del comisionado, el abogado del obispo señaló que podrían interponer demandas correspondientes contra el titular de la Secretaría de Seguridad de Morelos “por sus desafortunadas declaraciones” sobre el paradero del obispo Mendoza.

Por Yereny Camacho.